miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Buenos días, señor Xylt" (II)


Buenos días, señor Xylt”

La voz, le es familiar al sujeto. Es la misma que le había dado la bienvenida a aquel extraño lugar, ese al que habían llamado “Mundo” días atrás.

Sintió algo al escucharla, una mezcla entre reconocimiento, felicidad y simple curiosidad, que no supo descifrar. Ni siquiera sabía qué eran los sentimientos. Se llevó una mano al pecho y la cerró con fuerza, intentando agarrarlos entre sus dedos ¡Ojalá no fuesen tan difíciles de contener!

Póngase en pie, y atraviese la puerta que frente a usted. Si ha olvidado cómo caminar, recuerde:
 primero un pie, después el otro”

Dió las gracias a aquel simple recordatorio, y, como iluminado, se puso en pie y caminó hacia la puerta, por la que una leve luz entraba a través de una rendija abierta.

- Tú de nuevo... - Susurró al pequeño rayo, oportuno.

Sabía que sería molesto, pero atravesó la puerta poco a poco, intentando acostumbrarse al dolor, con una mano sobre su rostro.
Al fin, lo consiguió, y pudo ver lo que a través de la puerta había. No era la sala de la que había venido, aquellos días atrás que apareciese en el Mundo.

“No tema nada señor Xylt, está usted a salvo. Camine hacia el frente”

El señor Xylt, algo cohibido, caminó hacia su frente y entró por completo en la sala. La puerta, se cerró tras él.

La sala, era más bien un pasillo: uno lleno de puertas. Al menos una veintena, a cada lado, paralelas entre sí. Las paredes eran blancas como la nieve (¿Nieve? ¿Conocía esa palabra?) y sólo los pomos de las puertas negros, con éstas de color metálico oscuro.
Al final del pasillo, una ventana, con lo que desde su posición, y visión aún semi borrosa, parecían barrotes en ella.

Xylt, caminó curioso hacia ella, en lo que se le hizo un paseo infinito por el extraño lugar. Y al fin, llegó.


Agarró los barrotes con sus manos, y pudo notar el calor que emitían. Era cómodo... y le gustaba. No quería soltarlos.
A través de la ventana, pudo ver algo verde, inmenso y brillante... que no conocía. Pero era hermoso.

- ¿Qué es...? - susurró en voz baja hacia los barrotes - ¿Sabéis lo que es?

No hubo respuesta alguna. Sorprendente.

El señor Xylt, simplemente se mantuvo allí, en pie, mirando a través de los barrotes sin soltarlos un solo segundo, completamente anonadado. Sin estar preocupado, por no comprender nada.

- Gracias por ésta sensación... - masculló de nuevo al frío metal.

Miró serio entonces a “Aquellos” a quien hablaba, las barras, y con voz firme preguntó.

- ¿Puedo hacer algo yo por vosotros?


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Prólogo.


INFORME DE DATA BASE: SECCIÓN "EYE".

Día: 19 de Junio. Año 2014.

Hora: 05:45:0254 am.

Plaza de Castilla, Madrid. España.

Detectada actividad “...” en la zona central de la ciudad: Madrid. País: España. A las 05:45:0256 am.

Magnitud: Alta. Nivel indeterminado por falta de controladores aptos para su escaneo.
Procedimiento Delta: Detección y Control.

Activado radar de movimiento. Encontrados 54 humanos en un radio de 80 metros alrededor del punto de emisión de “...”.
Activadas cámaras de Seguridad posicionadas en la Zona.
Detectado movimiento en la azotea de las Torres Kyo, Torre B. 
Coordenadas: 40°27′59″N 3°41′16″O.

Activadas cámaras de Seguridad de la zona y Micrófonos ocultos. 

DETECTADO OBJETIVO DOBLE. 

Reconocimiento facial exitoso.

- OBJETIVO RECONOCIDO: Sujeto A-002.

Reconocimiento facial fallido.

- SEGUNDO OBJETIVO NO RECONOCIDO.


Procedimiento Beta de prioridad Máxima: Detección, Control y Retención.


Sonido detectado, codificado y procesado:


" - ¿Dónde está?
- Sé que te dije que éste sería el día, pero-
- ¿Dónde la tienen?
- No vas a poder sacarla de allí (irreconocible).
- ¡¿Dónde?!
- Escucha. Por mucho que me grites nada va a cambiar. No vas a poder sacarla de allí, porque- ella no quiere salir. Nada retiene a (irreconocible) desde hace 6 meses.
- ¿Qué?
- Se ha- puesto de su parte. Es una de sus mejores adquisiciones ahora mismo, no van a dejar que te la lleves y tampoco va a volver por su propio pie. Tú no la has visto, créeme, está- cambiada.
- Le han hecho algo.
- No lo sé (irreconocible). Quizá, pero no puedo saberlo. La única verdad es que no va a regresar. Lo siento (irreconocible).
- Entonces tendré que ir a por ella (irreconocible)
- ¿Pero es que no me has escuchado? ¡Es imposible que la saques de allí! Y aunque consiguieses encontrarla, no podrías traerla. Ella no quiere regresar. ¿No lo entiendes?
- Eres tú el que no lo entiende. Ella regresará. Lo sé. Regresará conmigo.
(irreconocible)
- Adiós (irreconocible).
-¡No se te ocurra-! "


Fin del Sonido.


Se adjunta vídeo de las cámaras de seguridad de 00:03:25:0852 de duración y Sonido de 00:01:29:0739.

Perdido contacto y visualización de objetivos. Imposible la Retención. Imposible el Control.


Procedimiento Beta abortado.

FIN DEL INFORME.



jueves, 20 de octubre de 2011

"Bienvenido al mundo, Señor Xylt."


Bienvenido al Mundo, señor Xylt”

Una incubadora, de dos metros de largo y uno de ancho, grisácea, comienza a rotar de modo que queda a 90º del suelo sobre el que se encuentra. La voz, robótica, hace las veces de guía ante un “algo” que se encuentra dentro de dicha, y una vez el aparato queda completamente estático, se abre.

No tenga miedo de los operarios, están aquí para ayudarle”

Dos hombres de traje blanco impoluto se acercan a la extraña incubadora, y con máscaras amarillas chillonas extienden sus manos hasta el aparato, donde sujetan por los brazos a lo que parece un hombre. Pálido, demacrado y con un rostro completamente perdido, pero hermoso y joven, a pesar de todo.

Al tocarle la piel, directamente, uno de los dos operarios aparta las manos a toda velocidad, sintiéndole exageradamente... frío.

    - ¿Dónde estoy? -Pregunta el nuevo Ser.
    - En el Mundo, señor Xylt. -Responde el operario que se encuentra más calmado, pareciendo llevar bien la situación.
    - Y eso... ¿Dónde está?
El hombre de blanco izquierdo mira al derecho, haciendo una mueca con los labios, que son invisibles a través de su amarilla máscara. No saben qué contestarle.

Con algo de ayuda, el señor Xylt poco a poco sale por completo de la incubadora, y camina hacia el frente, tembloroso.

    - ¿Qué es ésto...? -Pregunta el Ser, consternado con los ojos exageradamente entornados. Parece asiático, siendo occidental.
    - Es la Luz, señor Xylt. Le hace daño en los ojos. - contesta un operario.
    - No me gusta.
Elevando la mano, y llevándola hasta su frente, consigue que la luz no le incida directamente y así puede mirar a su alrededor, sin comprender nada.

Pasan los minutos, y los operarios conducen al hombre a una sala oscura, cerrada, con el suelo y las paredes completamente acolchados, sin luz alguna. Dentro, le sueltan dejándole reposar contra una esquina, y salen del lugar cerrando la puerta tras de sí, sin mediar palabra, y con la mirada de Xylt clavada en sus nucas, girando el rostro como un gato atontado. El operario que antes estuviese a la izquierda, el más inexperto, vuelve a fruncir los labios y le mira a través del cristal de ojo de pez que tiene la puerta, una vez ésta está cerrada. Parece contrariado, o quizá triste... El hombre no puede saberlo.

Pasan las horas, y las horas, y nada ocurre en aquel frío lugar, donde ni un sonido acompaña al momento. El hombre comienza a tener hambre, y sed, pero no sabe lo que eso significa, porque simplemente, no sabe apenas nada.
En el transcurso del tiempo, y la ausencia, el señor Xylt no se mueve de su sitio, contraído sobre sí mismo por el frío.

Sin embargo, el silencio repentinamente es roto.

    - Al menos, he conseguido librarme de esa tal “Luz”.

viernes, 7 de octubre de 2011

Lo último que se pierde.


Mientras los sonidos huecos y el retumbar de las paredes a mi alrededor hacían que todo mi ser se estremeciese, el suelo vibraba como si un terremoto inmenso estuviese teniendo lugar.
Los pedacitos de cristales de las ventanas que habían estallado caían a una velocidad tan rápida que los reflejos de la luz sobre ellos me cegaban.
Y taparme los oídos no parecía servir de nada.

Ocurrió entonces, aquel retumbar mucho más fuerte que los anteriores... Y dejé de oír.
Al volver el sonido, un pitido extremadamente agudo y molesto inundó mi mente, y cerrando los ojos instantáneamente grité con tanta potencia como mis pulmones me lo permitían, hasta quedarme sin aire. El agotamiento pudo conmigo, y me dejé caer al suelo con las rodillas dobladas ante mi pecho, en un estúpido intento por protegerme a mí mismo de lo que se me venía encima.
Si hubiese tenido la mente un poco más clara, me habría dado cuenta de que algo raro sucedía a mi alrededor, que no era nada normal.

¿Qué estaba ocurriendo? No era capaz de comprenderlo. Lo único seguro, era que nos estaban bombardeando. Pero... ¿Por qué? ¿Desde cuándo estábamos en guerra?

Abrí los ojos lentamente y pude ver una luz roja entrar por mi ventana. Como en un sueño, me puse en pié para poder ver qué es lo que sucedía, y me aterroricé al comprobar que una nube de fuego se extendía a lo largo y ancho de la ciudad, rápida pero a la vez lentamente, como visto en una película de acción.
Me sujeté al marco de la ventana, atónito, justo a tiempo de sentir como la onda expansiva ejercía su fuerza contra mi, lanzándome contra la pared trasera de la habitación, y arrebatándome dos lágrimas de los ojos que se evaporaron por el fuego en un breve instante.

Y entonces, desperté.

Bañado en sudor abrí los ojos encontrándome con el azul cielo, sintiendo el entumecimiento de mi cuerpo entero, y sonreí al sentirme aliviado de no estar en aquel sueño frustrado. Las cosquillas en mi rostro por el despertar hacían parte del trabajo en mi momentánea felicidad, y el corazón se calmaba cada vez más, y más, y más...
Se estaba deteniendo.
Asustado, giré la cabeza hacia uno de mis lados, y comprobé que las cosquillas eran de las lágrimas previas que al parecer sí había derramado. ¿El sueño era real? No...
A mi alrededor, parecía haber veintenas de casquillos de bala amontonados, y yo, sorprendido, intenté mover los brazos sobre mi costado para poder palparme el corazón sediento de vida, cuando un viscoso líquido detuvo mis manos en mitad del camino. Bajé la mirada, y descubrí sangre. Al menos dos agujeros yacían en mi pecho, dejando clara seña de ello en mi camisa marrón arrugada y vieja, y seguramente algunos más allá donde no llegaba mi vista.
¿Qué estaba... pasando?

Algo me tapó la luz. Giré la cabeza.

“¿Quién eres...?” Pregunté a la sombra que me acosaba, que parecía lo más oscuro que mis ojos habían visto jamás.

Sigue corriendo...” Susurró claramente con voz calmada, alzó las manos en mi dirección... Y me disparó entre los ojos.

Y, de nuevo, desperté.

¿Qué narices estaba pasando? Mi corazón palpitaba desesperado, pero parecía normal. Rápidamente abrí los ojos y comprobé que el techo de mi cuarto me amparaba. Bajé los brazos hasta mi pecho, y lo encontré todo el orden. Me incorporé y miré a mi alrededor... estaba igual a como lo recordaba.

Suspirando, me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta para ir hasta el baño y lavarme con agua fría. No llegaría a ver siquiera el pasillo, pues al otro lado del marco, solo había penumbras.

Se extendía ante mi una sala que parecía infinita, oscuramente gris y en la lejanía negra, con un puente en su centro que nacía en mi puerta hasta el frente de color púrpura oscuro, que me traía a la mente sensaciones completamente desagradables.

“Sigue corriendo...” Escuché entonces a mi espalda.

De un salto, eché a correr por el pasillo hacia el frente tan rápido como mis piernas lo permitían, sin llegar a poder atisbar el final. ¡¿Qué narices ocurría?!

Ni el tiempo mismo podría decirme cuánto estuve corriendo, pero no detuve mis pasos aun sintiendo que mi cuerpo ardía y gritaba de dolor. El sudor bañaba mi cuerpo entero, mientras los ojos de aquella sombra se clavaban en mi nuca, lista para atacar, esperando... siempre esperando.

Y mirando al infinito del gris abismo, lo entendí. Y me rendí.

Detuve mis pasos en seco, y giré sobre mí mismo para poder mirar a los ojos de la sombra, decidido.

Porque por mucho que hubiese seguido corriendo, nunca habría podido escapar.

No se puede huir de la Muerte.

Alzando los brazos lentamente, vi como la sombra dejó de correr. Con una sonrisa extendiéndose por mi rostro vi como ella me imitaba, cual espejo, y levantaba los suyos con presteza y cariño. Despacio, caminé hacia el frente, y cerrando los ojos... La abracé. Y a pesar de mi aceptación, de mi rendición y mi paz, mis últimos pensamientos crearon juntos una misma oración:

¿Despertaré... de nuevo?”

La Esperanza.
Gracias a Felipe por desatascarme en el momento justo. 

Y, sobretodo, gracias a Eric por sacarme de mis auto-bombardeos. Gracias por ser mi esperanza.  

domingo, 10 de julio de 2011

Somos iguales, cabrón.


Tu sonrisa de tiburón te delata, cabrón.

En el silencio te espero con los brazos cruzados, sabiendo que en menos de cinco segundos escucharé tus pasos en mi dirección, mascullando sucias palabras sin razón alguna. Y aquí llegan. 
“Uno, dos, tres” cuento los segundos para intentar no saltarte al cuello, cual leona, con el más agudo de mis insultos, o la más tosca de mis tergiversaciones.
De nuevo te marchas, y serena espero que vuelvas a la carga. Y aquí llegas.
“Uno, dos, tres” debo calmarme, pero mi ira brota en hordas de pensamiento, empujadas contra la varianza del viento poniente del sucio ventilador en la cornisa. Sin contenerme, te chillo.
¿Pides respeto cuando ni sabes lo que significa? Clamas tener más experiencia de la que yo podría llegar a comprender, pero he aquí una verdad como un tempo: No es más sabio quien más vive, sino quién mejor sabe hacerlo.

Los gritos taladran mis oídos, pero ante todo, presteza. Te conozco, y sé que el momento de atacar, es aquel en el que más te lo esperas. Es tu trampa, lo sé, pero soy una rata ágil dentro de tu jaula, y no me dejo atrapar con facilidad. Caigo ante ti, parezco arrodillarme, y con una frase en vilo y bien pertrechada te ataco, destrozando tus defensas de gallardo Pretor.
Pierdes toda mención de palabra, titubeas ante mis ojos, derrotado.

Y con lo único que me respondes es con tu sonrisa de tiburón, arrogante y mezquina, cabrón.

Me das la espalda como a un perro abandonado, te ríes en mi cara, y susurras un par de insultos (que nunca están de más) para después gritarme tu golpe “Final”, que varía entre un “No pienso escucharte” y otro común “Se acabó la discusión” sumado al inconfundible sonido de la puerta de tu cuarto golpeándose al cerrarse, y resquebrajando cada vez más la pintura del pasillo.

Permanezco en mi cuarto, temblorosa de la ira.
Permaneces en tu cuarto, hinchado de rabia. Y de tristeza.

Chocamos ambas espaldas contra una pared cercana y respiramos hondo al unísono cerrando los ojos, anunciando un claro “Insoportable” a la nada, que sabemos no somos capaces de creer ni nosotros mismos.

Somos iguales, y todo lo que yo he visto a tus ojos es la inversa del reflejo en el espejo, pues tú eres la rata sabia y anciana que intenta escapar de las garras del tigre trepador de ansias de gloria.

Somos iguales, papá. Y si tú eres un cabrón, yo lo soy aun más.


Porque dos rocas iguales siempre crean rápidos pero aun así pueden compartir un mismo río, éste relato es para ti, papá.

martes, 31 de mayo de 2011

¿Buscas un nombre?

Llega el momento de ponerse a escribir, de nuevo. Las luces apagadas, la lamparita pequeña encendida, un vaso de Coca-Cola a mi derecha, y la ventana de par en par, sólo para poder sentir el escaso viento pasar como si la mía fuese su casa. Música en un tono medio bajo, de todo tipo existente.
Cojo las ideas que tenía guardadas desde hace tanto tiempo, años que aun si pocos, a mi me parecen décadas, y las junto todas para comenzar a formar algo que funcione, abriendo el pequeño cuadernito algo empolvado del tiempo que lleva inutilizado que hay escondido en mi estantería. Algo que me lleve “Más allá”.
Éstas ideas, conforman lo que en un futuro será el Libro de mi Vida.
Pero... ¿Cómo comenzar?

Los protagonistas hablan, pero no tienen voz. Se mueven, pero no existe suelo que pisar.
La vida del escritor no es sencilla, pues precariedades no pocas deben pasar, y a pesar de todo siguen a delante.
Pocas personas son capaces de ver la dificultad que ser escritor compone. Un relato, otro relato, un poema y otro poema, un libro y otro libro... Meses y meses de arduo trabajo, días enteros sentado ante un ordenador o una hoja de papel, y noches en vela para no perder la inspiración. Si la idea es buena, si se nos “agarra” por dentro, seguiremos escribiendo páginas y páginas, días y días, noches y noches. Pero... ¿Y si es mala? No es difícil estancarse en un mismo párrafo una y otra vez, y muchas veces, no se consigue salir del fango que uno mismo se crea. Pero... ¿Y si es buena? ¿Y si se sigue? ¿Luego... qué? Luego: Nada. Una vez la historia termina, después de tanto trabajar, no queda nada. Todo acaba. Y hay que volver a empezar de cero, con la idea en la cabeza de que no podrás hacer algo así de bueno. De que nunca podrás alcanzar esa idea otra vez. Y, sobretodo, el pensamiento de ser consciente de que nunca crearás una historia que sea realmente distinta a la anterior. Pues, cuando una canción se nos mete en la cabeza ¿No es casi imposible inventar una de la nada sin usar los mismos acordes, o el mismo ritmo? ¿Acaso no nos pasamos días cantando y cantando sin parar los mismos párrafos?

Me dispongo, pues, a crear un Libro desde cero. Es por ésto, mis queridos lectores, que aun si seáis prácticamente escasos, no por ello sois menos, y debo avisaros. Cada uno sois un tesoro, que comparte mis pensamientos sin pedir nada a cambio. Yo, por el contrario, nada más escribir ya estoy pidiendo ser leída, ser escuchada.
El aviso no consta de otra cosa que una ausencia. ¿Cuánto tiempo? El que necesite. Para terminarlo, o al menos, continuarlo hasta sentirme capaz de volver a escribir aquí.
¿Por qué lo hago? Porque tengo una idea. Una que llevo desarrollando desde hace unos cuantos años, y quiero sacar adelante.
¿Por qué no antes? Porque no me atrevía a manchar las ideas que como oro he estado guardando, y estropearlas en un burdo intento por conseguir dar un paso más.

Y ahora, amigos, una petición egoísta de nuevo debo haceros, pero es lo que realmente me gustaría cumplir.

Tengo un problema.

No encuentro un nombre.

Os vaticino desde ahora, que seréis los primeros en saber el argumento del libro, y que en cuanto pueda os hablaré un poco de éste. Pero, para comenzar, os diré un secreto:

Tiene dos mentes principales. Dos protagonistas.

No, no son co-protagonistas, son totalmente protagonistas, ambos.
El nombre de uno de ellos, el varón, no puedo mencionarlo. Y el de ella, la chica, en la que gran parte de la historia gira alrededor, no soy capaz de verlo.
Es por eso, amigos, que os pido ayuda. Ayudadme a encontrar un nombre para Ella.

¡Ayudadme!

Comentadme, habladme, dadme ideas, influenciadme, recordadme... Necesito tener ese nombre, y quién mejor que vosotros, que habéis compartido tanto (aun si parezca tan poco) conmigo, para escogerlo.

Así, dejo en vuestras manos una de las decisiones más fuertes que podría tomar ahora mismo en mi vida. Aunque sepa que ésto, sonará completamente a locura.

Nunca me consideré una persona cuerda.

domingo, 22 de mayo de 2011

Caminante de la Fría Noche


Desolado viva el sendero
si las piedras lo acordonan
nubes claman sangre terca
que por tus pies, asoma.

Espalda sucia y dolorida
frente regia y sudorosa
buscan agua tus entrañas
reclamas cobijo, a la sombra.

Viajero en la noche, te aproximas
cercando pronto a tu presa
y brillan tus ojos certeros
reza tu mente: ¡Rápido, pesa!

Brazos de hormigón
aun si el suelo, sea de piedra
piernas de granito
demanda el estómago, cual hiedra.

Y al tomar suelo yermo
con tu Ser destrozado
cabeza en la Noche Fría
cede éste Mundo abandonado.

¡Busca pronto, viajero!
Un refugio por tu alma
cuanto antes halles respuesta
previa ganarás batalla.

¡Ten fe, caminante!
Allá en la fría noche quede
un solo lugar vacío
donde dulces pasos, te lleven.

Sea así tu día a día
vivas con puro derroche
alcanzará, no podrá-te, el sueño
Caminante de la Fría Noche.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Siete Sentidos en un Espíritu.


Un verde pasto, un yermo paraje, las nubes blancas y robles creando un círculo semiperfecto alrededor de una mata de oscuros arbustos. El día comienza, apenas ha amanecido hace media hora. Los pájaros cantan, el río fluye sin descanso, y los insectos comienzan a reclamar pronto sus enseres. Las hojas del seto entonces, comienzan a temblar, vergonzosas. A los pocos minutos, algo emerge de ellas, de color grisáceo plomo unido a un brillantísimo azabache. Mienten los ojos si alegan que el blanco no pertenece a ese cuadro, pues en la parte baja del aparecido, hace acto de presencia.
Un lobo. Un lobezno, pequeño, apenas llegará a los ocho kilogramos, y ya comienza a caminar sobre sus cuatro patas, hinchando el pecho al cantar de la mañana.
Su hocico se alza, oteando la espesura, y sus ojos se clavan en el infinito cielo, casi retando los dioses. Tras él, de nuevo las hojas se mecen, y unos ojos más sabios, viejos y aparentemente cansados, le vigilan. La madre del pequeño, que con cariño y cuidado, se acerca hacia su cría y le lame el lomo de abajo arriba, no para asearle, sino para incitarle a continuar el rumbo en su nuevo día. Aun si con el alma, le avise un claro “No te alejes demasiado”, que el pequeño es capaz de comprender.
Es así, en aquel momento, como si el pequeño animal hubiese recibido el mensaje antes de ser enunciado, encaminándose a la inmensidad del bosque, saltando cuan rápido puede pero sin alejarse nunca de su hogar.
Sus orejas rozan contra el viento pegándose a su nuca cuan más rápido corre, y la sensación de su pelaje ondeante le hace sentirse como uno de aquellos pájaros, que tanto ansía cazar... Aun si no del modo que otro lobezno cualquiera, haría. No quería las aves para comerlas, únicamente. El pequeño, quería aprender. Todo lo que en su madre veía, era imitado con extrema pulcritud. Hasta la exacta forma de lavar sus pezuñas tras andar por el barro, el pequeño había logrado, y sin embargo... No le parecía suficiente. Aquella pequeña criatura, ávida de diversión y logros por conocer, deseaba aprender: A volar.

Corría entonces el animal tras los gorriones que en las ramas bajas se ubicaban, y saltaba para asustarles y así obligarles a volar, observando con detalle cada pequeño movimiento que en su cuerpo se producía. Parecía sencillo al verles, pero él no era capaz de llevarlo a cabo.
Un ruido extraño, entonces, le asestó de pleno. ¿Qué era aquello? ¿Un piar distinto a los corrientes? El lobezno, sin pensarlo, comenzó a caminar sigiloso como una pantera, hasta el foco del sonido. Un nido, resultó ser, plagado de pequeñas crías de uno de esos maravillosos seres alados. ¡Eran bebés! ¡Eran como él! La luz se encendió en los ojos del pequeño, que se mantuvo en sus trece para evitar saltar de pura euforia. Decidió entonces, hacer la prueba. Tan veloz como pudo, saltó de entre la maleza, y ladró con fuerza a las aves para intentar asustarlas cuanto fuese capaz. Pero ellas... no parecieron percatarse. ¿Qué les sucedía? Las miró con atención. Las crías se apartaban juntas a un lado de su hogar, evitando la dirección del pequeño pero... No echaban a volar. Acaso... ¿No podían? ¿No sabían? El lobezno de nuevo, sintió un alivio tan grande que ni un baño en el agua del río podría haber igualado. ¡Las crías no podían volar! ¡Por eso él no podía! Sin poder, ni querer evitarlo, comenzó a dar saltos alrededor del roble en que el nido se encontraba dejando la lengua entre sus dientes salir a rozar el impío aire de la mañana. Se detendría en seco a los minutos, pensando. ¡No debía perder tiempo! Tenía que aprender, y qué mejor manera que con el correcto maestro.
Decidió así, el joven lobezno, esconderse de nuevo entre la maleza esperando a que el padre gorrión regresase a su hogar, y enseñase a sus pequeños volar, momento en el que él podría, al fin, aprender con ellos.

Así pasaron los días, en los que el pequeño animal caminaba a hurtadillas hasta el gran roble en medio de la espesura, y se escondía tras un arbusto cercano espiando durante horas a los pájaros que allí habitaban. Y pronto, llegó el día.
Uno de aquellos pájaros, de esos bebés, fue empujado poco a poco por su padre hasta el borde de su hogar, y con algunas dudas visibles al fin fue capaz de dejarse caer... Y echó a volar, hasta la siguiente rama del árbol cercana, acunado por los piares de sus hermanos y de su padre, que felices al fin podían verle convertirse en lo que la naturaleza había designado. ¡Era el momento!
El lobezno no cabía en sí de gozo, y sin importarle ahora el revelar su posición o no echó a correr hasta su propia casa, para poder hacerle saber a su madre lo que al fin, había descubierto.
Descontenta, la casi anciana mujer le mordió del pescuezo sin dañarle para evitar que se marchase a ninguna parte, ahora conocedora de lo que aquellos días había estado llevando a cabo. Con sinceridad pura le hizo saber al pequeño, con esos pocos gestos, que sus ideas no eran más que pura locura, y que aquello jamás podría realizarse. Pero él... ¡No estaba contento! ¡Había nacido para aquello! Revolviéndose entre las garras de su madre consiguió zafarse de ésta, y echó a correr hacia el río colina abajo, sin pensárselo ni dos segundos.
La madre, asustada, decidió perseguir a su pequeño, para al haber dado apenas ocho pasos fuera de su hogar, detenerse en seco gracias a su pata trasera, ausente. El cansancio podía con ella, y se dejó caer cuan larga era mirando el lugar donde su pequeño había desaparecido, con los ojos cristalinos al sentirse un ser completamente inútil.

El lobezno corría frustrado, enfadado y molesto, pero a la vez tan emocionado que no podía creerlo él mismo. La hierba rozaba sus patas, el viento mecía su pelaje, y sus ojos entrecerrados denotaban pura emoción contenida. ¡Era su momento! ¡Él podía volar! ¡Él podía volar!
Al fin dio con el río, y continuó su carrera colina arriba buscando un gran saliente que previamente conocía: La Cascada. ¡Era su momento, y ese debía ser el lugar para llevarlo a cabo!
Horas continuó su carrera, hasta al fin, dar con el lugar idóneo para su Liberación.

Se preparó el lobezno deteniéndose a cuarenta pasos del saliente, sabiendo que la caída contra el agua podría ser fuerte, al llegar al terror de los sesenta metros de altura, y replegó su cuerpo contra sí mismo en un intento por calmar su entusiasmo. ¡Iba a volar! ¡Al fin llegaba el día! Un par de inspiraciones, los ojos cerrados apenas un minuto y el corazón palpitando con tal fuerza que pareciese el aleteo de un colibrí. ¡Aquel era su momento, aquel era el día!
Sin pensarlo ni un minuto más, expiró todo el aire en su interior y clavó los ojos en la inmensidad del cielo, como aquella mañana decisiva haría. Sus músculos, tensados, darían preludio a aquello que solo él conocía, y entonces... Correría.

Y, por último, volaría.


Gracias, Math, por el maravilloso título.

martes, 3 de mayo de 2011

Me pide Abrazarte.


Remueven mi cerebro, acordes asonantes
tambores teñidos de frío púrpura
dejará la memoria, en donde ardía
cinceles candentes de agonía

¡No existe! Gritan mis entrañas al viento
¡No existes! Reitera el Eco, tu voz.

Bien pudiese aquel día
en la oscuridad gritar,
un Reo no cumple, solo dicta
antónimo, error fatal.

¡Orgullo! Clama mi alma sangrante
¡Valor! Exige sin poder mirar.

Cerrar podrán mis labios sus toscas manos
sendas amenazas acallar mi sentido,
mas mi corazón autómata, y desbocado
se inunda de todo aquello perdido.

Mentir pudiese al mundo entero,
y sonrisa, veneno, lanzar
conforme mi mente, destrozada
se opone firme al rezar.

“¡Sálvame, oh extraño! ¡Extiende tu mano hacia mi!
Pues no necesitas de un reclamo, un imploro: Un llanto.
¡Que viva la moral! ¡Que muera el Destino!
Solo clamo ser silenciada... Amigo”

Por poco pido, lo que entrego
y no prometo fallarle
habla mi Ser, desde lo más hondo
tan solo quiere:
Abrazarte.

lunes, 2 de mayo de 2011

Utopía.


Come el tiempo lágrimas de tu pasado
mientras ser ruin, el pájaro, acecha.

Vives sin futuro anclado, vagante
ante un mundo traidor, frío fulgor quema con cera.

Todo nace, todo vive ¡Todo se puede!
Dicen tus ojos de tempestad.
Ama la vida, ama el momento ¡Ama el amor!
Tu sonrisa vibra. Henchida: Verdad.

Y mientras yo, cual ave rapaz,
acecho en busca de un pedazo
de aquello que te hace vivaz.

¡Dame tu auge! ¡Dame tu arrojo!
Lejos de todo rencor,
quiero que llegue ese día. 
Auxilia el angosto camino: Utopía.


viernes, 29 de abril de 2011

El juicio de un Reo.


Mantengo mi cordura sana... aun si no lo parezca.

Paso las noches en vela desde el día fatídico en que llegase aquí, y a pesar de ello, no he caído en los brazos de la locura.
Hará ya un mes desde aquel oscuro atardecer que supuso el corte de mis alas, sin rumbo por el mundo, para encarcelarme entre cuatro paredes que bien podrían ser de latón encauchado. Y no llevo la cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí.
Los gritos se suceden día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, y no soy capaz de ignorarlos. Simplemente, me llaman.
Siento ansias de devolverles el bramido, simular que estoy muriendo para en un instante de despiste huir cuan lejos sea capaz de correr y llevarme a cuantos pueda por delante, sabiendo que es mejor estar muerto, que en un lugar como éste.

Comentan los lectores de aquellos libros que en su día tuve lo que ahora cuenta como un honor leer, que la soledad es fría, y oscura. Carente de lucidez. Pero yo niego esa idea.
Mi soledad es fría, sí, pero blanca. Brilla tanto que me ciega, y me obliga a cerrar los ojos cada mañana al entreabrirlos por culpa de la luz que entra por la única ventana de apenas diez centímetros de tamaño situada sobre mi duro camastro, con barrotes incluidos.
Los rayos parecen quemar las paredes, blancas... Como la nieve. Aun si yo sintiese que son ellas, y solo ellas, las que intentan quemarme a mi.

Y a pesar de todo el dolor, la soledad, y la injusticia... Mantengo mi cordura sana. Aun si no lo parezca.

Vivo cada día como una tortura, rezando a los cielos en los que nunca deposité confianza alguna por un “Algo” que acuda en mi auxilio. Pero sé que no lo merezco ¡Oh no! ¡Por supuesto que no! Pues a pesar de todo, admito mi culpa, y el tribunal no gritó sentencia sin justificarse... A ojos de los demás.
Acusado he sido de un Asesinato, nada menos. La única culpa que yo soy capaz de admitir, es la de haber dejado a mi pobre madre sola, ahora que mi padre no está con ella. Nunca supo cuidarse por sí misma... Y no sé qué será de su existencia, justo cuando la muerte de su marido está tan reciente.
Nunca me cayó bien aquel hombre, pero ella parecía necesitarle más que el aire para respirar. Qué estúpida ha sido siempre en ese aspecto, yo sé que él nunca le hizo bien alguno...

Escribo sin sentido, sin motivo y sin esperar un futuro para ésto, pero sí con razón. Tengo vigente que ésta carta no llegará más allá de las manos del celador que acecha sobre mi hombro a cada segundo, pero aun así, sé que debo escribirla... Lo necesito.

Si has conseguido encontrar ésto, y no eres uno de los hijos de puta que custodian éste lugar, deberás perdonarme primero por mis soeces vocablos, y segundo por pedirte un favor, aunque no nos conozcamos. A pesar de todo, fui criado como un caballero, y en los tiempos que corren a mi parecer es un valor más caro que el petróleo bajo la tierra.
Sálvame. Encuéntrame y sálvame, pues carezco de ayuda alguna posible en éste hediondo lugar y no espero recibirla, pero de acercarte a mi y extender tu mano, te estaré eternamente agradecido... Por mi pobre madre, que ahora está sola.

Tengo esperanzas de salir de entre éstas paredes... Esperanza... Quizá por eso mantengo mi cordura sana. Aunque no lo parezca.

Ajusticiado por unos cuervos sin alas que me miraban desde lo alto de sus atriles como si fuese un perro apestado, pero con mucho menos honor que el que un cánido ser podría tener... Así me trataron.
“Asesinato en Primer Grado” Dijeron ellos. Mi abogado, otro cabrón, intercedió por mi. “Enajenación Mental” Concluyeron finalmente.
Me impuse, por supuesto, pero la idea no cuajó. Nadie escucha a un “Demente” una vez ha sido tildado de tal por mucho que intente gritarle al mismísimo juez... Y yo lo hice demasiado. Quizá ese fue mi error, el no mantener la compostura. Es por eso, que en éste lugar intento redimir mi error, aquí y ahora. Pero no pretendo dar marcha atrás ¡Oh no! Eso ahora de nada serviría... Únicamente pretendo aceptarme a mí mismo, mirarme en el reflejo del frío suelo de baldosas del lavabo y atreverme a decir “Estás haciendo lo correcto”.

Me llenan el gaznate de pastillas una y otra vez sin dejarme apenas respirar, y cual borrego me las trago sin rechistar siquiera, con buenos modales, como siempre. O eso, es lo que ellos se creen.
Aprovecho que las cápsulas son plásticas y recubiertas, y me las ingenio para abrirlas en mi boca y tragarme el envoltorio de éstas, puro placebo, para dejar el verdadero contenido entre mis dientes y así mostrarles que he sido “Un buen chico” mostrando la evidencia cual mono amaestrado. En cuanto abandonan la celda, escupo sin miramientos sobre mis propias sábanas, sabiendo que es el único milímetro del lugar que cambiarán y limpiarán a conciencia. Nunca soporté la suciedad, y mi celda está impoluta... Todo lo que podría estarlo, osea, exacta a como cuando llegué. Ésto es una pocilga.

No dejo de pensar en mi pobre y santa madre, sentada en su mecedora a la puerta de la casa, esperando a que mi padre llegue de sus “Salidas Nocturnas” con sus compañeros de trabajo, apestando a alcohol y gritando por un poco de atención absurda y un par de vasos de Whiski extras. ¿Es que nunca tuvo decencia? No soy capaz de comprender cómo conseguía permitir todos los golpes que él le asestó, física y psicológicamente. Los llantos que cada noche acosaban mi cuarto provenientes del suyo, gritando al Dios en el que ella sí creía por un poco de comprensión, ayuda, y potestad para librarse de aquella situación, no podían pasarme por alto. Y sin embargo... Ha llorado al verle muerto.
Su cadáver putrefacto fue encontrado en el río, flotando entre las aguas con lo que dijeron habían sido treinta puñaladas entre el pecho, el cuello, la entrepierna y la espalda, y al tener que acudir a reconocerlo se desmayó inmediatamente del disgusto, mientras yo miraba atento cada detalle de aquel laborioso trabajo. “Al parecer, se ensañaron con sus testículos” dijo el forense. Y cuánta razón tenía, pues al ver el secreto que aquella sábana ocultaba elevada por aquellas manos extrañas tuve que contener un arcada que habría hecho liberar los desayunos de casi un mes de mi estómago, de no existir la bendita digestión.

Apenas una semana después de aquello, fui acusado del Asesinato de mi mismo padre. ¿Cómo era eso posible? ¿Acusarme a mi, su propio hijo? Pero no eran simple palabras, por supuesto... Eran hechos lo que ellos mostraban. Pruebas ¡Las pruebas! Simples huellas de suelas de zapato que cualquiera podría haber comprado en la misma tienda que yo y un cuchillo que se marcaba a la perfección con el que hacía un mes había comprado alguien bajo mi seudónimo en una tienda de caza cercana. ¡Cualquiera podría haber hecho esto! ¡Cualquiera!
Tiempo llevo pensando ya en las personas que podrían haberme hecho ésto, y sin duda, cuando consiga librarme de éste lugar, les haré una visita que no creo olviden en muchísimo tiempo. Pero ante todo, educación. Como siempre fui enseñado, por mi santa madre, que ahora está sola en casa. Justo como siempre debió ser, en su propio favor.

Compañero, amigo, y lector si ésto se puede considerar algún tipo de relato de ¿Ficción cruda, sería? Si estás leyendo ésto debes saber que el favor que antes te pedí, necesito que sea realizado con la máxima prioridad.
No tengo idea de qué se pueden traer éstos malnacidos entre manos, pero lo que sí sé es que en menos de dos semanas, el día quince para ser más exactos, seré trasladado a un Pabellón diferente del que me hallo. Y no soy estúpido, a mis oídos llega de todo aunque sean meras locuras convertidas en ecos que provienen del fondo de un cristal... Sé que ese lugar no es normal. Sé que allí las personas entran, pasan unos días, y salen como si no hubiese hoy, mañana, ni pasado.

Realmente, tengo miedo. Y todos ladean el rostro al verme pasar, como si les diese verdadera lástima. ¿Será mi imaginación? ¿O realmente es su modo de verme? Como un ser patético que ha perdido toda oportunidad de vivir libre...
Les odio a todos. Con mi alma, si es que aun la poseo.
No soporto su lástima, pena, compasión o lo que quiera que sientan por mi, pero aun soporto menos la sonrisa que a esos pirados que comparten Condena conmigo les surca el rostro. Siento deseos de borrársela de modos nada agradables para un ser humano, pero ante todo, la educación. Les devuelvo la sonrisa y continúo mi camino, ajeno a todo lo demás.

Y a pesar de todo mantengo mi cordura sana. Aunque, de verdad, no lo parezca.

Cada día que pasa, el techo cae más y más sobre mí, y las miradas me encierran en sombríos susurros que no me dejan siquiera pararme a pensar con claridad. La culpa me acosa en los rincones gritándome el mal que he causado, y no comprendo por qué lo hace cuando soy completamente inocente de todo pecado que no sea el de dejar a mi pobre madre sola, ahora que mi padre ha sido asesinado.
Siento como una sombra se echa sobre mi cada vez que no giro a mirarla a mis costados, y me destruye la idea de que llegue el momento en que no fije en ella mis ojos, y me aseste un golpe mortal que no pueda prever siquiera.

Aun así, mantengo mi cordura sana, sea como sea. Aunque no lo parezca.

Otro lector, que tan lejano ahora me parece, citó una vez:

“Los locos no saben, ni aceptan, que están realmente locos.”

… No sé qué pensar al respecto. Pero solo surca mi mente la idea de haber dejado a mi pobre madre sola, ahora que mi padre no está para martirizarla noche tras noche, y destruirle la vida que ahora tiene la oportunidad, al fin, de retomar. Quisiera extender la mano al Asesino que asestó los treinta golpes, y estrechársela en un frío pero cálido apretón, agradeciéndole en verdad lo que ha hecho. Aun si todos los demás, digan que debería estrecharme la mano a mi mismo.

Irónico, el querer darse las gracias a uno mismo por algo que no ha hecho...

Aunque no lo parezca, mantengo mi cordura sana.

Aun si no lo parezca...

miércoles, 27 de abril de 2011

El Olor de tu Sueño.



Dulce madrugada que mi sueño alterado clamas.
No tienes más motivo, del que ahora en silencio guardas.
Sonidos mudos, frío sudor, 
se espanta aterrada la llama, de un grito en el alma.


La mirada ladeada, de una sombra en la espalda
anuncia devenires de una suave alabanza. 
Y cual suave melodía, que la plenitud exalta,
atraviesa la ventana, el Perfume: Mora mezclada con Lavanda.


Sonrisa queda en mi rostro, anclada
al despertar un domingo de madrugada.
Retomar el sueño, reto cumplido,
pues me acompaña, mi vida, tu alma.

martes, 26 de abril de 2011

El comienzo: En Blanco.

Es como te quedas cuando te ponen ante un folio vacío y te dicen "¡Comienza a plasmar ideas!". Que fácil parece, pero... ¿Por dónde empiezo? "Por el principio" ¿Y cuál es? "El que a ti te parezca" ... ¡No es tan sencillo!


Comenzaré simplemente por hacer una pequeña introducción, para que sepáis alguna cosilla que otra más de mi, y así me vayáis "conociendo" algo mejor.


Me llamo Virginia, Vic para los amigos, y Virgi para aquellos que quieren fastidiarme, pues nombre completo es detestado lo suficiente como para nunca mencionarlo, pero no tanto como para borrarlo de mi DNI. Vivo en Madrid, la capital Española, y realmente mi ciudad no me gusta nada, pues siempre me he considerado una afianzada a la Naturaleza, y es por ello que adoro hacer algún que otro viaje esporádico a mi pueblo, Lagunilla en Salamanca, para rodearme de la misma Nada de vez en cuando.
Nací en ésta misma ciudad, y en ella crecí, junto con mis padres y mi hermano menor, Miguel, que ahora gasta la edad de 17 añazos. Nos llevamos 4, así que, echad cuentas vosotros mismos.
Vivo en el barrio de Tres Olivos, al que me mudé con 7 años. He ido vagando de colegio en colegio hasta la cantidad de 3 distintos, pero nunca tuve grandes problemas en ninguno de ellos. No más que los que tiene un Adolescente corriente, supongo.
En la actualidad, estudio Psicología en la Universidad, y el año que viene comenzaré una segunda carrera simultánea, que aun barajo entre Traducción o alguna sucedánea. ¡Ya se verá!


No hablaré aquí de mi vida sentimental, pues es algo que considero demasiado privado como para gritarlo a los cuatro vientos, y realmente soy una persona bastante reservada en cuanto a mis propios sentimiento, y el del "Amor" sería de los que menos sé expresar, junto con la Tristeza.


Adoro tocar la Guitarra y el Piano como aficionada, al igual que Leer. Me encanta escribir, aun sino me considere tan buena como para llevar a cabo grandes proezas a costa de eso ¡Aunque me encantaría escribir algún libro! Y de hecho, pienso hacerlo tarde o temprano. 
Adoro la Naturaleza y a los Animales por encima de todo en ésta Vida, y considero que cualquiera que no sepa respetarlos... No merece ni una mirada por mi parte. Podrá sonar cruel, pero esos son mis ideales, y mis principios, a los que no fallaré nunca.


Y creo que por el momento... ¡Eso sería todo! Pues poco a poco iré plasmando todo lo que se me ocurra conforme me llegue la inspiración, o las ideas. ¡Acostumbráos a aguantarme, pues en éste rincón pienso escribir tanto como me plazca! Ya sean puras locuras, o filosofadas propias de mi rimbombante mente.


¡Bienvenidos, y hasta pronto!